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Teología y Homosexualidad

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Teología y Homosexualidad:

Iluminando la Existencia Humana

Resumen

Este artículo aborda teológicamente la homosexualidad en el contexto de la existencia humana, esto es, basado en la Revelación de Dios que se dirige al ser humano con el evangelio de juicio y gracia. La propuesta es que la homosexualidad “revela” la condición humana a la cual Dios juzga y redime en Cristo Jesús. El artículo está dirigido a un público en general.

La Apuesta humana

1)      Hablamos como meros seres humanos

El que escribe y los posibles lectores de este artículo somos meros seres humanos. El adjetivo “mero” quiere decir que somos solamente, simplemente, únicamente seres humanos. Lo mismo aplica para la gran mayoría de personas que nunca leerán este documento. Todos somos seres humanos. Y como dice el poema llamado Desiderata,“todos tenemos derecho a existir”. Empecemos reconociendo entonces que, en primer lugar y fundamentalmente, no hablamos como heterosexuales u homosexuales, no hablamos como iluminados en posesión de la verdad o condenados a las sombras de la caverna, no hablamos como judíos o gentiles, no hablamos como santos o paganos. Hablamos como lo que somos, seres humanos que no podemos dejar de serlo, por más que tratemos de ser como los dioses o nos convirtamos en monstruos despiadados.[1] Pero sí hablamos, y hablamos porque nos concierne. Porque la indiferencia es una de las principales enfermedades de nuestra sociedad actual.

El teólogo suizo E. Brunner, nos recuerda de los peligros de que el ser humano se vea a sí mismo como un animal o como un dios, en los siguientes términos:

Verdaderamente, es muy peligroso, como vimos durante los años de guerra, que el ser humano se vea a sí mismo como un animal, porque entonces llega a ser un animal, o una bestia, y la más peligrosa de todas. Pero no es menos peligroso que el ser humano se considere a sí mismo un ser divino, porque entonces vive de ilusiones acerca de los límites de su ser, y no ve el peligro que yace dentro de sí mismo. La concepción naturalista del ser humano, emergiendo como lo hace de la consideración unilateral de las relaciones y hechos biológicos, le roba al ser humano su dignidad y le da el sentimiento de que su existencia es casualidad y que pertenece a la nada. La concepción idealista del ser humano por otro lado, emergiendo de la consideración unilateral del elemento espiritual y las relaciones normativas de su ser, sobre valora al ser humano y le oculta la naturaleza problemática de su ser. El ser humano no es ni una bestia ni Dios, y esta cosa intermedia que él es, y cómo él es esta cosa intermedia, no puede ser deducida de principios generales.[2]

Obviamente, que el ser humano pueda verse a sí mismo como lo que no es, es parte del hecho de ser seres humanos. Es sabido que el ser humano es el único que puede vivir por debajo de su naturaleza y el único que puede pretender vivir por encima de su naturaleza. Aquí podemos aplicar las palabras de C. S. Lewis cuando dice que como seres humanos, no podemos desobedecer las leyes naturales que compartimos con otros seres (animales, vegetales, cosas), “pero la ley que es peculiar a la naturaleza humana, la ley que el ser humano no comparte con animales o vegetales o cosas inorgánicas, esta es la ley que podemos desobedecer si así lo escogemos”.[3] Resumiendo podemos decir que “es en vano que toquemos la puerta, todos estamos dentro”.[4] Esta condición humana no necesita ser superada, aunque el ser humano está llamado a superarse.[5]

2)      Todos nos hacemos preguntas éticas

Otra manera de ver nuestra humanidad compartida es reconocer que la búsqueda de una ética o filosofía moral no es exclusiva de ningún grupo humano, llámese cristiano o no. “La ética como filosofía moral busca desarrollar una concepción de la vida ética en la cual todos los seres humanos (o seres humanos en general) puedan participar y a la cual todos los seres humanos puedan tener acceso a través del uso de la razón humana”.[6] Lewis concluye también que “los seres humanos en cualquier región geográfica tienen esta idea curiosa de que deben comportarse de cierta manera y no pueden deshacerse de ella”.[7] Entonces, la pregunta sobre la homosexualidad es en primer lugar una pregunta humana porque forma parte de la condición humana. Es parte de la condición humana porque el homosexualismo no es un fenómeno nuevo. Es parte de la condición humana porque los homosexuales son seres humanos como cualquier otra persona. Es parte de la condición humana porque los homosexuales o somos nosotros mismos, o son nuestros hermanos y hermanas, nuestros sobrinos o sobrinas, nuestro consuegros o consuegras, nuestros compañeros o compañeras de trabajo, o nuestros hijos e hijas. Lo que vamos a cuestionar en este artículo es si el ser humano, en su dimensión histórica y cultural, es capaz, si lleva razón suficiente, para dar una respuesta satisfactoria a este dilema o necesitamos buscar ayuda trascendente. Si todos estamos dentro, ¿no habrá alguien afuera que pueda abrirnos la puerta?

3)      Consecuencias de la solidaridad humana

¿Cuál es la importancia de esta solidaridad humana? ¿Qué implica que todos seamos meros seres humanos? Su importancia está en dos consecuencias que podemos sacar, una ontológica y otra epistemológica.

a)      Consecuencia ontológica[8]

Ontológicamente podemos decir que hay una unidad anterior a la diversidad. Que las cosas que nos dividen no pueden ocultar una solidaridad más fundamental que hay entre los seres humanos. Esta solidaridad seguramente es ontológica; tiene que ver con lo que somos y con las relaciones fundamentales en las cuales se desarrolla nuestra existencia. Esta unidad profunda no se refiere a un género humano universal que pueda ser contrapuesto a un ser humano individual y particular. Al contrario, se refiere al ser humano personal y concreto que se reconoce en una relación yo-tú constitutiva de su propio ser, de su propia identidad.[9] Otra manera de decir esto mismo es afirmar que es a través de la diversidad (del otro) que llegamos a descubrir y construir nuestra propia identidad. “Al responder a la presencia del otro, debemos definirnos a nosotros mismos”.[10] Pero esto es posible solamente porque ese otro, no es totalmente otro, sino otro como yo.[11]

Hay diferencias entre los seres humanos. Pero no a todas ellas les damos la misma importancia. Las nacionalidades, por ejemplo, no parecen tener el mismo nivel (¿ontológico? ¿axiológico?) que las razas, o los géneros sexuales. Las diferentes culturas son importantes e indispensables, pero, por lo general, y a través de la comparación entre ellas, aprendemos a diferenciar aspectos centrales y periféricos en nuestra propia cultura.

¿Qué diremos de las diferencias religiosas? Las religiones forman parte del acerbo cultural de los pueblos y las diferencias religiosas deben ser clasificadas entre las más importantes entre los seres humanos. Sin embargo, religión es religión, esto es, producto humano, no importa el nombre que le demos. Ellas no superan el ámbito filosófico, ideológico y cultural humano. Ellas están “dentro”. Por eso, se acostumbraba cantar en los cultos evangélicos que “ninguna religión puede cambiar tu ser, la sangre de Jesús, sólo lo puede hacer”.[12]

Aún más importante. Las religiones, a diferencia de las ideologías “solamente” seculares, esconden una verdad más fundamental humana, y es nuestra necesidad de salvación. El ser humano es un ser que se experimenta a sí mismo como un ser en vías de salvación o condenación. De ahí esa necesidad psicológica recurrente de auto-justificarnos y rogar, como Esaú, por una extra bendición, o como el criminal Nazi, personificado por Michael Caine en la película Statement, por la absolución de la iglesia. Es cierto que si preguntamos por lo que el ser humano posmoderno entiende por religión encontraremos algo indeterminado o indefinido. Porque “la forma de religión a la cual el ser humano [pos] moderno se inclina es el misticismo, en donde religión mística significa inmediatez y presencia pura [de lo divino], y libertad de las conexiones históricas”.[13] La sustancia de esta religiosidad es el rechazo de contenidos y de una ética definida, y de todo dogma doctrinal, lo mismo que de una revelación histórica en el pasado.[14] Sin embargo, ya sea que el ser humano es capaz de salvarse a sí mismo o que tiene necesidad de un salvador trascendente, permanece el hecho de que las religiones y algunas filosofías e ideologías no pueden dejar de testificar que algo no está bien en y con el ser humano.

b)      Consecuencia epistemológica

¿Qué significa, epistemológicamente hablando, que seamos meros seres humanos? Su importancia es fundamental. Veamos para comenzar lo que podemos llamar nuestra condición existencial. Nuestra condición humana puede ser descrita usando las palabras de Pascal y el razonamiento que él ve tomando lugar en cada ser humano:

No sé quién me puso en el mundo, ni lo que el mundo es, ni lo que yo mismo soy. Estoy en una total y terrible ignorancia. No sé lo que es mi cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni esa parte de mí que piensa lo que digo, la cual reflexiona sobre todo, aún sobre sí misma, pero que no se conoce a sí misma más de lo que conoce al resto de las cosas. Veo esos atemorizantes espacios del universo que me rodean, y me encuentro a mí mismo arrinconado en una esquina de esa vasta expansión sin saber porqué estoy puesto en este lugar y no en otro, ni porqué el poco tiempo que me ha sido dado para vivir ha sido asignado a mí en este tiempo y no en otro de la totalidad de la eternidad que fue antes de mí o que vendrá después de mí. No veo más que infinitud por todas partes, la cual me rodea como a un átomo y como a una sombra la cual dura solamente un instante y no retorna más. Todo lo que sé es que pronto debo morir, pero lo que menos conozco es esta muerte, de la cual no puedo escapar.[15]

Ser meramente seres humanos significa que no podemos escapar a nuestra libertad y las consecuencias de su uso. Todos tenemos el deber y privilegio de darle sentido a nuestra vida, a construir un mundo para nosotros, a contestar estas y otras preguntas fundamentales que se agolpan cada día. “La libertad en sí misma, como veremos, se debe traducir en la atribución de significado. Esto es posible, sin embargo, solamente si hay esperanza, si lo que hago y veo, si la situación en que me encuentro, tienen un significado último”.[16] Meros seres humanos significa que no podemos dejar de optar porque nosotros somos como Dios “sabiendo el bien el mal” (Génesis 3:22). Neutralidad, indiferencia, pasividad, y quietismo no son opciones en la vida. Porque el no hacer nada, ya es una decisión. A esto se refiere también Pascal cuando dice que en la vida hay que “apostar” y que no es posible dejar de apostar. ¿Qué tenemos que ganar? La verdad y lo bueno, dice Pascal. ¿Qué tenemos que evitar? El error y la miseria. ¿Qué estamos apostando? Nuestra razón/conocimiento y nuestra voluntad/felicidad. Pascal aplica esta apuesta a la creencia en la existencia de Dios.[17] ¿Quién puede probar que Dios existe? ¿Quién puede probar que Dios no existe?

La verdad de que solamente la materia existe o que hay un ser inteligente creador de todo lo que vemos, no es algo que se pueda probar a través de la ciencia. Porque el método inductivo de la ciencia no puede pronunciarse sobre la siguiente pregunta: “¿Por quién y con cuál propósito fue todo este universo creado? La respuesta a esa pregunta no puede ser alcanzada por ningún método inductivo hasta que la historia llegue a su fin, porque, hasta que no lleguemos a ese punto, estarían faltando los datos completos para una inducción”.[18] De igual manera Lewis nos recuerda: “supongamos que la ciencia llega alguna vez a ser completa, de tal manera que sabe cada cosa, de la más grande a la más pequeña, de todo el universo o universos. ¿No es evidente que las preguntas ¿por qué hay un universo? ¿Por qué se comporta en la manera en que lo hace? ¿Tiene algún significado?, permanecerían sin respuesta?”.[19]

Las personas que defienden la ideología homosexual, y por esto entiendo la creencia que dice que las relaciones sexuales homosexuales son buenas, y que deben ser aprobadas por Dios y/o la sociedad; estas personas están apostando. Las personas que rechazan la práctica homosexual como buena, y que piensan que no es un modelo de pareja aprobado por Dios y que por lo tanto, no debería ser aprobado por la sociedad, están apostando.[20] Ser meros seres humanos significa que debemos apostar. Debemos ser responsables. La vida es un llamado, una oportunidad, una encrucijada. No podemos dejar de responder. Estamos comprometidos a decidir, a actuar, a vivir. “Cada uno de nosotros, entonces, tiene que escoger tanto con quién queremos estar unidos moralmente como con cuáles fines, reglas y virtudes queremos ser guiados. Y estas decisiones están indisolublemente unidas”.[21]

Nuestras decisiones o “apuestas” en la vida son tomadas en base a nuestra experiencia, observación y razón, funcionando basadas en una idea de lo que somos y lo que queremos llegar a ser. Por supuesto, se basan también en un conocimiento de la realidad. Pero, debemos asumir que el objetivo de nuestras decisiones y acciones es la búsqueda de la felicidad. No el conocimiento de la realidad en sí. Porque el conocimiento del mundo real, ese mundo que puede ser científicamente explicado por leyes de causa y efecto, y que se puede expresar en términos matemáticos, no es conocimiento de nada. “Como Polanyi ha señalado, la persona que tiene este conocimiento, conocería nada, porque el conocimiento de las partículas atómicas que componen una cosa, no es conocimiento de la cosa… Nosotros estamos interesados en átomos y moléculas solamente por la parte que ellos juegan en la formación de un mundo que nosotros conocemos como seres humanos y mucho antes de que supiéramos algo sobre física”.[22] En todo caso, las personas se relacionan entre sí romántica y sexualmente con el fin de encontrar el amor, la realización y la felicidad.

 “Atrévete a pensar por ti mismo” era el slogan de la Ilustración. Pero, ¿en base a qué una persona decide que es mejor casarse a los 19 años que a los 29 o viceversa? O ¿en base a qué una persona decide que es mejor estudiar medicina y no jugar fútbol profesional?  ¿Por qué unas personas se dedican a la política y otros entregan su vida para servir al prójimo? Hay que reconocer que las personas, al tomar decisiones, tenemos que hacer uso de otras fuentes de información que no son nuestra experiencia y nuestra observación.[23] Nuestra vida individual es limitada y no podemos por nosotros mismos vivir todas las vidas habidas y por haber. Solamente en sueños podemos vivir otras vidas o escoger vivir otras vidas como la del “pirata cojo, con pata de palo, con parche en el ojo y cara de malo, el viejo truhán capitán, de un barco que tuviera por bandera un par de tibias y una calavera”.[24] En palabras de J. L. Segundo, “ningún ser humano puede experimentar por adelantado si la vida es digna de ser vivida y en qué manera valdría la pena vivirla”.[25]

Precisamente esta necesidad de apoyarnos en los demás para adquirir testimonios, información, pero sobre todo valores y la idea principal de lo que somos y de lo que debemos llegar a ser, es lo que significa epistemológicamente hablando que nosotros seamos meros seres humanos. Siempre estamos trabajando con elementos trascendentes. Son trascendentes porque ninguno de nosotros podría haberlos adquiridos por sí mismo. Son trascendentes porque implican una fe o confianza en los demás. “La vida real de un ser humano presupone la escogencia sin base empírica de algún ideal que uno considera que será satisfactorio. Es este ideal, escogido anticipadamente sin bases empíricas, lo que organiza y da dirección a los medios y fines usados para obtenerlo”.[26] No es cierto, como suponía Descartes, que podamos reducir todo razonamiento o toma de decisiones a nuestro razonamiento individual abstracto. “Yo debo escoger entre formas alternativas de práctica moral y social. No en el sentido de que esté moralmente desnudo hasta que haya escogido. Porque nuestro pasado social determina que cada uno de nosotros tiene algún vocabulario con el cual pensar y tomar nuestra decisión”.[27]

4)      Apuesta cristiana

Lo que sigue, es la apuesta cristiana. Apuesta aquí no quiere decir incertidumbre o salto al vacío. Como dice Barth, “la fe cristiana no es irracional, ni antirracional, ni supra racional, sino racional” y esto es así porque “creer es conocer”.[28] La llamo apuesta porque el conocimiento de la realidad para el ser humano involucra la confianza y la fe. No bastan los métodos científicos para conocer el mundo de lo humano. Porque el mundo de lo humano incluye propósitos, fines, valores, significados, y la libertad. Apuesta tampoco quiere decir que es camino o decisión en el cual solamente algunos puedan o deban participar, como si fuera un asunto para algunos, pero que no tenga que ver con la sociedad en general. Al contrario, propongo la apuesta cristiana como la opción más real, como la razón más inclusiva, como la cosmovisión más ajustada a la realidad y a los hechos. ¿Cuál es la verdadera verdad sobre la homosexualidad? Para el ser humano no basta una respuesta descriptiva, como por ejemplo, que hay personas homosexuales, que nacen o que se hacen homosexuales,  que son buenas personas, que pueden vivir en parejas estables, que pueden criar hijos, etc. El ser humano quiere saber, necesita saber, si la orientación homosexual y la práctica homosexual es el estilo de vida que debe vivir. Si esta es una opción con promesa de vida abundante para esta vida y para cualquier otra que haya en el futuro. Por último, la llamo una apuesta porque la fe, la esperanza y el amor no es algo que se pueda presuponer en el ser humano, no son cualidades naturales, sino que son un don de Dios.

Pero no cualquiera de los enfoques que se llaman cristianos será adecuado para el reto que tenemos por delante. Aquí hacemos un esfuerzo por hablar desde lo que es esencial en el evangelio, esto es, la palabra de juicio y salvación pronunciada por Dios en Cristo Jesús sobre toda la humanidad. Otra manera de decir lo mismo es hacer determinantes en nuestro enfoque la narrativa bíblica con sus ejes centrales, a saber, la creación, la caída, la redención y la consumación.[29] Aquí me estoy distanciando del enfoque de una “teología de órdenes” y de una teología de “textos de prueba”. Thielicke ha explicado estos enfoques de la siguiente manera: “Una teología de órdenes (Ordnungstheologie) que es a menudo manejada en una manera doctrinaria, obviamente no permitiendo a sí misma ser cuestionada por algún encuentro pastoral con estas personas [homosexuales] y mostrando frecuentemente ninguna simpatía para con ellos, tiende simplemente a rechazar la totalidad del asunto en el nombre de una dogmática de axiomas o en la forma fundamentalista de citas bíblicas”.[30]

Este último enfoque es el preferido por los evangélicos. Sin embargo, el mismo John W. Stott ha rechazado este método, a favor de una “mente cristiana” cuando afirma que “la verdadera mente cristiana se ha arrepentido del método de los textos de prueba (la noción de que podemos resolver todo problema doctrinal y ético citando textos independientes y aislados, cuando Dios nos ha dado una revelación comprensiva) y en su lugar, se satura a sí misma de la totalidad de la Escritura”.[31] La totalidad de la Palabra de Dios, lo cual significa también, prestar atención a lo que es central y periférico en esta palabra, es la meta de este artículo.

Por lo tanto proponemos una ética de la libertad cristiana que se vive en esperanza y para la gloria de Dios. Hablamos de una ética cristiana, del evangelio, de la gracia. Esta ética no es fácil y ha sido llamada una “contradicción”: “Estamos embarcados abruptamente en la contradicción que la ética como tal envuelve para los cristianos”.[32] No hablamos tampoco de la libertad estática entendida solamente como la capacidad de escoger entre opciones, sino que hablamos también de la libertad creativa que trae a la luz cosas nuevas al mundo porque se nutre de un Dios bueno que es inagotable. En este sentido podemos decir también que “la ética cristiana no se contenta con el status quo sino que apunta hacia la transformación”.[33]

El cristiano lleva sobre sí la enorme responsabilidad de diferenciar modestamente su palabra de aquella otra Palabra de que habla el Evangelio de San Juan 1:1 y Hebreos 1:1-4. Esto es así porque nosotros, como seres humanos, solamente podemos hablar desde nuestra opinión, nuestra experiencia, nuestros conocimientos, nuestros temores, nuestras esperanzas, etc. En otras palabras, como seres humanos somos también seres históricos, limitados y potencializados por nuestro contexto y cultura, así como por nuestro bagaje individual.

La razón de que la palabra y testimonio cristiano deban ser humildes y modestos, no es por creer que las otras palabras humanas sean mejores o hablen desde terrenos más seguros, ya sean científicos o filosóficos. Al contrario, es porque hay otra Palabra, la Palabra de Dios, que es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Y la palabra de testimonio cristiano nunca podrá tener la autoridad y poder de la Palabra de Dios. Solamente Jesús habla con autoridad y no como los escribas y fariseos (entiéndase que los escribas y fariseos somos nosotros).

Por eso es que no creemos que esta opción y camino hayan sido iniciados por algún ser humano, sino que ha sido revelado por el mismo Dios. Los cristianos no sostenemos esta posición como si fuera nuestra creación o invención; no proclamamos que dominamos completamente todos los detalles de esta opción. “Si esta esperanza es más que una emoción pasajera o una invención humana, lo es porque en Dios la esperanza se relaciona con una vida que nunca puede desaparecer, con una vida que ha triunfado en Cristo Jesús (1 Pedro 1:21”.[34] Estamos convencidos, sí. Pero no nos consideramos capaces de convencer a nadie. Creemos que sólo Dios puede convencer a las personas de aceptar este camino (Juan 16:8-10). Pero creemos que El es capaz, y que El lo hace. Ofrecemos, como nuestro testimonio, esta opción a todos los seres humanos. No lo hacemos con indiferencia. Lo hacemos, rogando a nuestros semejantes y clamando a Dios, por los resultados de nuestro testimonio.[35]

Así que, cuando se levanta en medio nuestro el tema de la homosexualidad, ya sea porque hay personas que la practican o porque hay personas que la apoyan, o porque hay personas que la prohíben, o porque hay personas que quieren darle reconocimiento legal, o porque hay personas que se oponen a ella, lo primero que necesitamos distinguir es quién habla y por qué. No porque haya hablantes, o bases desde las cuales se habla, o propósitos por los cuales se habla que sean prohibidos o que no se les deba dejar hablar. Al contrario, creo que sobre cualquier asunto humano, debemos dejar hablar a todas las voces habidas y por haber. Más bien, la principal razón para que nosotros los cristianos queramos que se dejen oír todas las voces posibles, es para asegurarnos que la voz del Otro, la Palabra que se hizo carne, no sea silenciada, confundida, secuestrada y distorsionada por tantas voces que hablan el día de hoy.

Hacia una teología de la homosexualidad

Martin Buber decía que “nada oculta más el rostro de nuestro prójimo que la moralidad”, y que “nada oculta más el rostro de Dios que la religión”.[36] Espero que la introducción precedente ayude en algo a evitar estos dos males. No queremos ocultar el rostro de nuestro prójimo; no sólo el rostro de los que están en desacuerdo con lo sostenido en este artículo, sino que de manera especial, el rostro de aquellos que son o se llaman a sí mismos homosexuales. Pero tampoco quisiera que mi religión, aún mi religión cristiana, ocultara el rostro de Dios. Hacer juicios éticos sobre la homosexualidad no es fácil. Hablar de Dios solamente puede ser hecho en fe. “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos” (2 Corintios 4:13). Esta es una oportunidad de hablar en fe y de mostrar el amor con el que Dios nos ha tratado y nos trata.

Mi propósito en esta ponencia es teológico. ¿En qué sentido es, puede, o debe ser la homosexualidad un tema para teologizar? ¿No trata la teología de Dios? ¿En qué sentido trata también del ser humano? Porque Dios no es sólo Dios, sino también Dios con nosotros, es que podemos hablar del punto de vista de Dios sobre la homosexualidad. Solamente la doctrina de la encarnación, solamente el Dios asumiendo naturaleza humana, puede garantizar un tratamiento teológico de la homosexualidad.[37] Por otro lado, una ética propiamente teológica es la que desarrolla la doctrina del mandamiento de Dios. Esto es, que la palabra que queremos privilegiar es la Palabra hecha carne (Juan 1:14). Al hacer esto, no debemos ignorar, desfigurar ni silenciar otras voces y palabras. Pero creemos que ellas deben ser alineadas y subordinadas a la voz de juicio y gracia que ha sido pronunciada por Dios en Jesucristo. En otra palabras, Juan 3:16 es la clave para el entendimiento de Dios, de su plan para la humanidad, de la condición humana, incluyendo la homosexualidad, y de sus demandas para el ser humano.

1)      El Contexto de la Pregunta

La pregunta sobre si las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y si la convivencia de este tipo de parejas es algo bueno, algo que debe ser tolerado, permitido, y alabado, o por el contrario, mirado con indiferencia o rechazado, no puede ser contestada sin referencia al contexto (universo, mundo) en el cual estamos haciendo la pregunta.[38] Este contexto (universo, mundo) puede ser el individuo (el “yo”). Aquí hablamos del mundo personal, individual y particular. Expresiones como “este es mi cuerpo y puedo hacer con él lo que yo quiera”, “es mi naturaleza, así nací”, “me siento bien, me realizo sexualmente”, “es lo que quiero hacer, nadie me obliga” reflejan este contexto ético. Aún la relación de pareja puede ser defendida desde este punto de vista. Por ejemplo, es desde aquí que las parejas de homosexuales argumentan que ellos son adultos, responsables, conscientes de lo que están haciendo. No se están dañando a sí mismos, al contrario, están buscando la realización mutua. En este contexto (universo, mundo) el “yo” y sus derechos, se constituyen en realidad última. No hay lugar para una apelación a una instancia superior. Lo privado domina sobre lo público. Aquí la pregunta ética es la bondad de la persona individual y cómo esa persona puede hacer el bien. Allí empieza y termina este mundo.

Por otro lado, el contexto (universo, mundo) en el cual hacemos la pregunta puede ser el compartido por toda la comunidad de seres humanos en su entorno social y cultural. Aquí la pregunta ética sería cómo nuestras conductas y decisiones contribuyen para hacer de este mundo un mundo mejor, un mundo bueno. O en caso contrario, cómo nuestras decisiones y conductas afectan negativamente a otros. Aquí priva lo público sobre lo privado. Desde este contexto (curiosamente dicho sea de paso), la iglesia Católica de Costa Rica, en publicación del 16 de Julio del 2008 en el periódico La Nación (30A) se opone a las uniones civiles de parejas homosexuales afirmando que “los señores diputados y diputadas deben recordar que ellos son depositarios de la soberanía popular y representantes del pueblo de Costa Rica, y en tal sentido, su voto en todo proyecto de Ley debe buscar el bien común y estar acorde con el sentir general [de] los ciudadanos y así actuar en conciencia” (punto 7).

Una nota sociológica no debe pasar desapercibida. Una de las razones del debate actual en Costa Rica y en otros países es cuando las personas quieren pasar del nivel personal, individual y privado a la esfera comunitaria, social y pública. Me explico. La comunidad homosexual quiere ser aceptada, reconocida y validada a través de una figura jurídica o una institución social como es una unión civil o matrimonio. ¿Cómo reconciliar estos dos contextos (universos, mundos)?

A estos dos contextos (universos, mundos) mencionados se refería Bonhoeffer, cuando escribía: “Cuando el problema ético se refleja esencialmente en la cuestión acerca de la propia bondad y de cómo hacer el bien, entonces la decisión por el yo y el mundo se presenta como la realidad última. Entonces toda reflexión ética tiene como objeto el que yo sea bueno y que el mundo –mediante mi acción –se haga bueno”.[39] Pero cabe preguntarse si el yo y su mundo social y cultural son la realidad última. ¿Qué respuestas vamos a dar a las preguntas planteadas por Pascal? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué hay después de la muerte? ¿El sentido de las cosas, está en ellas o la persona o la sociedad les asignan los significados? Los materiales trascendentes con los cuales siempre trabajamos, ¿vienen solamente de la comunidad o también vienen de lo alto?

Aquí es donde entra en juego la respuesta cristiana. De acuerdo a Bonhoeffer, el cristiano no se pregunta qué es lo bueno, cómo hago yo el bien, cómo me voy a hacer bueno. La pregunta cristiana es cuál es la voluntad de Dios: “en lugar de estas cuestiones debe plantearse otra muy distinta, infinitamente diferente de las dos mencionadas, y que consiste en preguntarse por la voluntad de Dios. Esta exigencia es tan decisiva porque supone una decisión sobre la realidad última y con ella una decisión de fe”.[40]

El cristiano, entonces, añade otro contexto (universo, mundo) y es el de “la realidad de Dios, del Creador, del Reconciliador y Redentor”.[41] Aquí la pregunta ética es ¿cuál es la voluntad de Dios? No que haya siempre una respuesta directa, inmediata o intuitiva a esta pregunta. Porque como dice John Stott, “Por un lado, él [Dios] nos ha revelado su voluntad, y por el otro, él no la ha revelado en una serie precisa de proposiciones”.[42] Descubrir la voluntad de Dios es siempre una tarea ardua, en donde la asistencia del Espíritu Santo es siempre imprescindible. Sin embargo, si solamente Dios es bueno, ¿Cuál es la obra que Dios espera que hagamos? De acuerdo a Juan 6:29 es que creamos en el que Dios ha enviado. Aquí empieza el conocimiento de la voluntad de Dios. Presumiblemente, es desde este punto de vista “religioso”, desde este contexto (universo, mundo) que la iglesia Católica de Costa Rica también ha dicho que el acto sexual homosexual  es un “acto objetivamente contrario al plan de Dios para el ser humano” (Nación, 16 de Julio, 2008, 30A).

Si el paso del contexto personal, individual y privado al contexto comunitario, social y cultural de un país ha generado debate nacional sobre la práctica homosexual, es de esperar que el paso desde estos dos contextos al contexto en donde Dios es Dios, donde El es el Creador, Redentor y Juez, donde El es el único bueno, donde El ha hablado y revelado su voluntad, donde El es rey y toda rodilla se dobla ante su majestad, es de esperarse que haya también debate y conflicto de interpretaciones. Las personas que apoyan la práctica homosexual dan este paso cuando hablan de “matrimonio” entre homosexuales, de parejas homosexuales adoptando hijos, de iglesias de homosexuales, de bodas entre homosexuales, de pasajes bíblicos que apoyan la homosexualidad, de naturaleza e identidad homosexual, etc.[43]

Este paso de lo personal y social a lo religioso se presta a un conflicto de interpretaciones porque, entre otras cosas, la religión no es entendida de igual manera por todos. Por eso hemos dicho que no todo enfoque cristiano servirá a nuestros propósitos. Aquí nos distanciamos, sin negar elementos utilizables, del llamado teísmo racional o teología natural de la cual habla Brunner en los siguientes términos: “O, finalmente, [la forma de religión hacia la cual el hombre moderno tiende] puede ser el teísmo racional que encuentra al Creador en el orden de la naturaleza, y al dador de la Ley moral en la voz de la conciencia. Los que sostienen esta clase de teísmo también hablan de revelación, porque saben que solamente una religión basada en revelación puede reclamar ser verdadera. Pero esta revelación debe ser independiente de la historia, debe estar disponible en todas partes y en todo momento. Este es el profundo abismo que separa a la religión moderna de la fe cristiana”.[44]

Estos tres contextos (mundos, universos) que hemos mencionado están en paralelo con lo que C. S. Lewis dice que son las tres cosas con las cuales una teoría moral debe estar preocupada (el orden de la primera y la segunda están invertidas en mi presentación): “Primero, con el juego limpio y la armonía entre los individuos. Segundo, con lo que podría ser llamado tomar control o armonizar las cosas en el interior de cada individuo. Tercero, con el propósito general de la vida humana en su totalidad: para lo que el ser humano fue hecho”.[45]

2)      La Respuesta teológica

No podemos dejar de enfatizar que “la ética cristiana es expresión visible y pública de la teología”.[46] La ética cristiana no está basada en una ley natural, ni en una teología natural. La ética cristiana no puede dejar de basarse en lo esencial de la revelación porque “la ética cristiana es la respuesta humana a la revelación de Dios”.[47] A algunos les puede parecer demasiado “religioso” el enfoque que le estoy dando al tema de la homosexualidad. Sin embargo, la teología debe seguir el patrón de Jesús, quien es la imagen perfecta de Dios, y el revelador de su voluntad. Al mismo tiempo, Jesús es el revelador de lo verdaderamente humano y de la condición humana fundamental. Por algo Jesús es el Dios-Hombre.

¿Qué revela Jesús del ser humano?

Según Marcos 2, cuando traen un paralítico a Jesús para ser sanado, éste no lo sana inmediatamente, sino que le dice: hijo tus pecados te son perdonados. Seguramente esto decepcionó momentáneamente al paralítico y a sus amigos. Los expertos en la ley de Dios se encolerizan y acusan a Jesús de estar blasfemando porque solamente Dios puede perdonar pecados. Sin embargo, con esta acción de Jesús queda claro en qué consiste su ministerio (predicación de las buenas noticias del reino de Dios, demanda de arrepentimiento porque el reino de los cielos se ha acercado) y cuál es la condición fundamental humana (pecadores destituidos de la gloria de Dios), más allá de las diferencias que nos separan a unos de otros (paralíticos, fiebres, endemoniados, leprosos, publicanos, fariseos, escribas, discípulos, ciegos, muertos, sordos, mudos, orientación sexual, etc.). Debemos recordar que el mismo nombre “Jesús” significa que él salvará a su pueblo de sus pecados y que Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Mateo 1 y Juan 1).

Por eso, antes de hablar de pecados específicos que nos separan a unos de otros, y que nos separan de Dios, debemos primero hablar de la obra de reconciliación de Dios en Cristo Jesús, la cual, nos da a conocer al mismo tiempo, que todos nosotros somos pecadores. Jesús no es sólo salvación o sólo revelación. El es salvación y por eso, al mismo tiempo, es revelación.[48] Esta palabra no es bien recibida hoy en día. Tampoco lo fue en el tiempo de Jesús. Cuando Jesús, luego de haber sanado a un ciego de nacimiento (Juan 9) dice que para juicio ha venido a este mundo; para que los que ven, sean cegados y para que los que no ven, vean. Los fariseos le preguntan sin poder asimilar el dicho: ¿Acaso nos estás llamando ciegos a nosotros también? A lo que Jesús responde: si fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero por cuanto decís, vemos, su pecado permanece. Las personas no queremos aceptar que somos pecadores por naturaleza, que lo que no está bien en nuestra vida no es algo que un poco pensamiento positivo pueda resolver.

Nótese inmediatamente, que el contexto en el cual se habla del pecado, es el contexto del perdón. No podemos hablar de lo uno sin lo otro. No podemos hablar de salvación sin revelación, ni de revelación sin salvación. Es por eso que “en la posición cristiana, el pecado no es una entidad o tema independiente, y la única forma adecuada de encuadrarlo es con presentaciones de la creación y de la redención”.[49] La razón es que cuando la Biblia habla de Jesucristo, como el salvador de la humanidad, no está pensando en primer lugar en pecados específicos, sino en esa condición de condenación y enajenación en la que vivimos alejados de Dios, sin Dios y sin esperanza. En otras palabras, la historia universal bíblica, con sus cuatro elementos de la creación, caída, redención y consumación, es el fundamento de una visión cristiana del ser humano.[50]

La revelación del pecado del ser humano cobra dimensiones dramáticas en la vida de Jesús. Es decir, tuvo consecuencias mortales para Jesús. Porque Jesús, con todo y que fue un hombre bueno, que anduvo haciendo el bien, sanaba a muchos enfermos y liberaba a los endemoniados, muy pronto en los inicios de su ministerio, de acuerdo a Marcos 3:6, ya los fariseos y herodianos querían destruirle. ¿De dónde y por qué hay tanta oposición a Jesús? ¿de dónde nacen las controversias en el ministerio de Jesús? De acuerdo a Marcos 2:16 es que Jesús come con publicanos y pecadores. Según 2:18 es que los discípulos de Jesús no ayunan y de acuerdo a 2:24 y 3:4 es que Jesús hace el bien en el día de reposo, hace lo que no es lícito hacer en el día de reposo (arrancar espigas, sanar). ¿Qué tienen estas controversias que ver con el perdón de pecados? Para clarificar este dilema, vale la pena citar extensamente a Brunner, que lo explica así:

“En la narración de los evangelios sinópticos leemos una y otra vez que Jesús cuando se aproximó a personas poseídas se enfrentó a la oposición más grande, como si él fuera un enemigo tratando de entrar en un territorio que no es suyo, y que por lo tanto, debía ser resistido. Ese territorio, el alma humana, estaba ya ocupado por un espíritu inmundo que lo reclamaba como su propiedad, sobre la base legal, digamos, de derechos de prioridad y de haber tenido dominio sin disputa sobre él. De acuerdo a la enseñanza del Nuevo Testamento tal posesión por un poder oscuro, que mantiene al alma humana en esclavitud, no es una condición excepcional que se encuentra solamente en aquellos que son llamados ‘poseídos’ –aunque su esclavitud puede ser una forma particular y extrema. Sino que es la condición del hombre natural como tal, el cual por su pecado, esto es, por su separación de Dios su creador, ha llegado a ser un esclavo del reino de las tinieblas y un rebelde en contra de Dios”.[51]

No hay una diferencia cualitativa entre los endemoniados y los no endemoniados. Así como no había diferencia cualitativa entre los fariseos y escribas (religiosos) y los cobradores de impuestos (traidores y ladrones) y los pecadores públicos (prostitutas). La diferencia es más bien “cuantitativa”, externa, accidental pero no esencial. Tal vez había una diferencia horizontal pero no vertical. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44). Todo el que hace pecado esclavo es del pecado. Todo el que miente tiene al diablo por padre. Barth decía que le gustaba predicar en la cárcel porque allí las cosas estaban claras desde el punto de vista del evangelio: todos eran prisioneros. Estaba claro que el evangelio era para prisioneros y que su mensaje era de libertad. No había manera de confundirse. La condición humana es de esclavitud y el mensaje de Jesús es de liberación. No hay diferencia cualitativa entre los seres humanos desde el punto de vista teológico: Todos somos pecadores. Tanto los heterosexuales como los homosexuales, todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios. En este mismo sentido debemos entender la ilustración de Pascal:

“Imaginémonos a unos hombres encadenados y todos condenados a muerte. Uno a uno son ejecutados cada día a la vista de los otros. Los que quedan ven su propio destino en el de sus compañeros y esperan su turno viendo el uno al otro tristemente y sin esperanza. Es una imagen de la condición humana”.[52]

Es por eso que Dios ha enviado a su Hijo Jesucristo, para que todo aquel que crea en él no se pierda, sino que sea perdonado de sus pecados y que tenga vida eterna.

¿Qué es el pecado?

Epistemológicamente, el pecado no puede ser conocido por el pecador. El pecado necesita ser revelado “desde afuera”. Ontológicamente, el pecado no existe. Su existencia consiste en pervertir el bien creado por Dios.

Algunos afirman que algo se puede percibir del pecado. En este sentido Blocher dice que “la experiencia, al exhibir la complejidad del mal mezclado con lo bueno, al mostrar la reacción en contra de él, está de acuerdo con la doctrina del pecado original”.[53] También, a R. Niebuhr le gustaba repetir que “la doctrina del pecado original es la única doctrina de la fe cristiana que se puede verificar empíricamente”.[54] Ante estas expresiones positivistas sobre la capacidad humana para detectar la maldad y que hay cosas que no están bien consigo mismo y en la sociedad, solamente podemos desear que ojalá estén en lo cierto. Sin embargo, esta posible conciencia no debe ser confundida con una verdadera revelación del pecado. En realidad lo que vemos es que el ser humano ya no se sabe pecador. Hay muy pocas cosas que el ser humano ve como malas. Y la razón es que “el pecado distorsiona nuestro carácter, rasgo fundamental de nuestra condición humana. El pecado corrompe capacidades humanas poderosas, como el pensamiento, las emociones, el habla y la acción”.[55]

Es por eso que el contenido de lo que es bueno y el contenido de lo que es malo, solamente puede ser conocido por revelación. Los fariseos creen ver bien, cuando en realidad son ciegos. El profeta Natán tuvo que venir a David, para revelarle su pecado. El que juzga, no se da cuenta de la viga que tiene en su ojo, la cual no le permite ver, no el pecado del otro (eso lo vemos bien), sino el pecado propio.

Ontológicamente el pecado no es nada, no tiene realidad. Solamente puede ser comprendido en relación con lo bueno. A este respecto Blocher dice que “análisis, yo recordaría y sostendría, muestra que el mal es percibido y denunciado como mal solamente en referencia a lo bueno”.[56] Vale la pena citar extensamente a C. Plantinga, para entender esta visión del pecado.

“La razón es que el pecado es un parásito, un huésped no invitado, que intenta alimentarse de un anfitrión para existir. Nada en el pecado es suyo propio; todo su poder, persistencia y méritos son bienes robados. El pecado no es en realidad una entidad, sino un saqueador de entidades, no un organismo sino una sanguijuela en un organismo. El pecado no construye shalom; lo ataca. En una perspectiva metafísica, el pecado no ofrece ninguna alternativa al bien como si los dos fueran cualidades iguales y opuestas. ‘El bien’, dice C. S. Lewis, ‘es, por así decirlo, él mismo, en cambio la maldad es sólo el bien deteriorado’.[57] En esto Lewis reproduce la antigua idea agustiniana de que el mal ‘no tiene existencia excepto como privación del bien’.[58] El bien es original, independiente y constructivo; el mal es derivativo, dependiente y destructor. Para tener éxito, el mal necesita lo que le secuestra al bien”.[59]

Solamente se puede hablar del pecado como ausencia o perversión de lo bueno, lo bueno creado por Dios. La mentira es lo opuesto a la verdad, y solamente puede ser entendida en relación a la verdad. La muerte solamente puede ser entendida en relación a la vida. La enfermedad solamente puede ser entendida y definida en relación a la salud. Verdad, vida y salud son primero. El pecado siempre es secundario y quiere usurpar el primer lugar. Lo natural y normal es primero a lo anti-natural y a-normal. Uno no puede ser entendido ni definido sin lo otro. En este sentido Blocher también afirma que “en el conocimiento, la falsedad no puede ser concebida aparte de su relación negativa con la verdad: Veritas index sui et falsi, ‘la verdad solamente muestra lo que es verdadero y lo que es falso’ (Spinoza). El mal en la experiencia humana es secundario, parasitario, relativo a un bien anterior”.[60]

Este razonamiento ilustra el punto teológico, pero no puede tomar el lugar de él. El punto teológico es que el ser humano no puede conocerse a sí mismo, a raíz del pecado. Por eso, Jesucristo, al morir en la cruz en lugar nuestro, nos muestra nuestra verdadera realidad (pecadores) y nos ofrece perdón de pecados y el don del Espíritu Santo.

Romanos 1

El enfoque teológico sobre la homosexualidad que estoy haciendo en este documento, que es un enfoque indirecto (pero no por eso menos iluminador y real) es continuado por Pablo en Romanos 1. Su enfoque en Romanos 1 es teológico. Aquí Pablo no hace de la homosexualidad un objeto directo de reflexión teológica, sino que la menciona como parte de la condición humana y como ilustración clara y patente de esa condición humana. Obviamente, la práctica homosexual es enjuiciada como pecado, pero solamente después, de desenmascarar la raíz del pecado mismo.[61]

La conclusión de Pablo (“todos están bajo pecado”) en Romanos 3:23 no es, en primer lugar, una definición dogmática, sino la consecuencia de un proceso de desenmascaramiento del pecado de los paganos y judíos (o sea, toda la humanidad). Ahora bien, paganos y judíos no son solamente dos pueblos identificables históricamente, sino dos maneras de vivir el pecado, dos estilos de vida pecaminosos, que se pueden dar (y de hecho se dan) en y entre nosotros. Aquí nos vamos a limitar a exponer el “pecado pagano”, que es el de la razón o de la “sabiduría” y cuyas consecuencias prácticas son ilustradas por la homosexualidad.

El proceso del pecado pagano es introducido por el vs. 18 de Romanos 1: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Rescatemos tres elementos de este versículo:

a)      La afirmación de la ira de Dios. Algo no anda bien en el ser humano y en sus relaciones. Hay algo que destruye al ser humano y eso es contrario y aborrecible a Dios. La condición humana provoca la ira de Dios.

b)      La calificación del pecado como impiedad e injusticia. Esto significa que el pecado tiene una dimensión teológica (impiedad) y otra antropológica (injusticia) y no deben separarse. En otras palabras, el ser humano tiene una dimensión vertical y otra horizontal. Son inseparables pero inconfundibles.

c)      La forma de realización de ese pecado: “detener con injusticia la verdad”. Parece que el medio de realización del pecado es antropológico. “Detener con injusticia la verdad” es falsificar la realidad creada por Dios, falsear la creación a imagen de Dios, lo que conlleva al daño del ser humano.

Lo contrario a la verdad de la creación de Dios, es contrario a Dios, y esto tiene que ver con Dios (contenido teológico) y con el ser humano (contenido antropológico). Pero todo pecado tiene siempre un modo de realización antropológico (contra uno mismo o contra otra persona).

El proceso de desenmascaramiento del pecado en Romanos 1 tiene dos partes: una verdad conocida es falsificada y las consecuencias de esa falsificación.

El falseamiento de la verdad (Romanos 1:19-23)

Notemos que Pablo no dice que conocieron a Dios y obraron mal. Lo cual sería contraponer un conocimiento con unan obras. Lo que dice el vs. 21 es que conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias. La contraposición, entonces, no es entre un saber y un obrar, sino entre un saber y otro saber. Esto se hace todavía más claro porque el “no le glorificaron como a Dios” se corresponde con “se envanecieron en sus razonamientos” y “ni le dieron gracias” se corresponde con “su necio corazón fue entenebrecido”. Todo esto queda resumido en el vs. 22: “Profesando ser sabios, se hicieron necios”. Es decir, las obras de las que se trata aquí, que son impiedad e injusticia, se refieren a una manera de pensar y de sentir, a una mentalidad, a una cosmovisión.

Precisamente porque lo que se está contrastando es un conocimiento y un saber con otro conocimiento y saber, es que el vs. 25 califica de mentirosos a “los paganos”: “cambiaron la verdad de Dios por la mentira”.

“Y esa misma mentira es el pecado pagano: una determinada lógica, que es la lógica del yo y sus deseos, se coloca como lógica de la realidad. La particularidad del deseo se erige en la universalidad de la verdad. Lo que sería válido y cierto si sólo existiese yo (o yo y los míos) se establece como absolutamente cierto. Con ello se da tácitamente por sentado que sólo existo yo (o yo y los míos), y se olvida o se niega algo que sabemos muy bien: que los demás existen y conviven con nosotros. Al negar eso, el yo del pagano se ha divinizado, se ha absolutizado a sí mismo. Esa falta de consideración (del resto de la realidad [Dios] y de los demás) ha sido su mentira”.[62]

Las consecuencias de esa falsificación (Romanos 1:24-32)

Toda lógica tiene necesariamente sus consecuencias. Un proverbio dice que “de un absurdo se sigue cualquier cosa”. Una vez establecida la lógica de que sólo existo yo, mis deseos y mis necesidades, o sea la lógica de la particularidad, ella va a seguir funcionando “por sí sola”. De la injusticia se sigue cualquier atrocidad. Y la injusticia es el absurdo que más invierte la verdad de lo real. Hay un presupuesto falso y absurdo, las consecuencias serán iguales o peores. Esto es lo que vemos, por ejemplo, en la vida de David y la historia de su pecado con Betsabé. El pecado de David es un ejemplo de la “lógica” del pecado pagano (adulterio y asesinato).

Cambiaron la verdad de Dios por la mentira. ¿Cuál es la verdad de Dios? Que todas las personas hemos sido creadas por Dios. Que todos somos iguales ante Dios. Que todos somos imagen de Dios y que esa imagen de Dios, también incluye la polaridad sexual hombre/mujer. Que la sexualidad es un misterio que envuelve a toda la persona, pero que cuando se expresa en la unión de dos cuerpos, debe ser entre varón y mujer, por cuanto ello expresa la profundidad de la imagen de Dios en nosotros. Que ser persona es estar en comunión. Que hemos sido creados para tener comunión con nuestro Creador. Que como criaturas o mejor, creaturas, solamente existimos en relación, ligados, unidos, dependientes de nuestro Creador. Por eso, toda injusticia es pecado y toda independencia del Creador es impiedad.

Cambiaron la verdad de Dios por la mentira. ¿Cuál mentira? La divinización de la criatura, la negación e inversión de la realidad. La mentira es que Dios no existe o no es tan importante, el otro no existe o no es tan importante, el fin justifica los medios. Elevada la criatura a absoluto, a norma universal, a realidad plena, sucede que es alguno de sus deseos o necesidades lo que toma control de su vida, por cuanto la criatura, siendo incompleta en sí misma tal y como es, no tiene integridad. Ya no vivimos más en el paraíso. Sólo “Radio 2” transmite desde el paraíso, la teología cristiana “transmite” desde el exilio.

Los versos 26 y 27 pasan a ilustrar el proceso y las consecuencias de la inversión de la realidad con la inversión de la sexualidad. La homosexualidad es presentada aquí, por Pablo, como un ejemplo que ilustra cómo funciona la lógica de la mentira con sus consecuencias devastadoras. Divinizada la criatura, al faltar integridad, es dominada por la lógica del deseo sexual. Ya no es la criatura balanceada, sino el deseo el que se absolutiza. “El deseo sexual, erigido en absoluto o en verdad prioritaria, se convierte en ley insaciable y, en cuanto insaciable, acaba buscando satisfacción en la perversión”.[63]

Véase también la conclusión de Thielicke sobre este pasaje: “Lo que es teológicamente importante y kerigmáticamente ‘obligatorio’ en esta exposición es la afirmación de Pablo que el desorden en la dimensión vertical (la relación entre Dios y el ser humano) es correspondida por una perversión en el nivel horizontal, no solamente dentro de la persona misma (en la relación espíritu-cuerpo) sino también en sus contactos interpersonales”.[64]

Si la práctica homosexual no fuera pecado, impiedad e injusticia, no serviría de ejemplo para nada. No veo cómo escapar a esta conclusión. Al respecto Thielicke escribe: “No puede haber duda que Pablo aquí está rechazando la homosexualidad, de otra manera él no la hubiera caracterizado en este pasaje (aún más fuertemente y más incriminatoriamente que en 1 Corintios) como un síntoma del pecado original. Sin embargo, si nos atenemos al énfasis teológico, es significativo que [la homosexualidad] no se convierte en un tema específico para una declaración teológica, sino que aparece solamente en el contexto de otra declaración teológicamente fundamental, y [la homosexualidad aparece] como una ilustración de ella”.[65]

Sería bueno no olvidar, eso sí, que se presenta una lista grande de pecados que son expresión del mismo hecho: cambiar la verdad de Dios por la mentira. Todo acto de pecado es resultado de esta mentira. Tampoco debemos olvidar el punto fundamental: El dejar la verdad de Dios es caer en una “mente reprobada” (vs. 28). Esto es, un modo falso de pensar. “Esta mentalidad indigna es fruto de que ellos no se han dignado tomar en consideración a Dios, es decir, la alteridad de lo real con respecto al propio yo, la cual es la forma mínima en la que Dios siempre es captado y conocido. Al no dignarse tomar en consideración este dato exterior a ellos, se han dado a sí mismos un modo indigno de considerar las cosas. Y, como tienen una mentalidad inconveniente, actúan de modo inconveniente”.[66]

Todo lo dicho hasta acá por Pablo, tiene que ver con el pecado original y originante y cómo éste opera en la vida de las personas. No debemos olvidar que Pablo está describiendo en este capítulo no el pecado de la homosexualidad, sino el pecado de todos nosotros (o en el que anduvimos en otro tiempo). La práctica homosexual (sin distinguir orientación sexual de práctica homosexual) es presentada como un pecado que ejemplifica bien el proceso. Es probable que a las personas el día de hoy, que tienen información genética y psico-social sobre la orientación sexual y homosexualidad, no les parezca tan bueno el ejemplo. Y tal vez tengan razón. Pero, hay que tener en cuenta que, al ser un ejemplo, Pablo no está diciendo que todas las personas homosexuales han seguido este mismo proceso consciente o inconscientemente para llegar a ser homosexuales. La homosexualidad puede y de hecho tiene, causas inmediatas y particulares (aunque no las sepamos) en una persona, pero, teológicamente, Pablo nos ha dado la causa última y lejana, aunque no por lejana, sea menos causa y sea menos eficiente.

Con esto llegamos a un concepto de pecado que es anterior y primario a cualquier pecado que los seres humanos cometemos. En otras palabras, nacemos pecadores. Brunner nos explica esta enseñanza bíblica de la siguiente manera: “Tenemos que darnos cuenta que en el Nuevo Testamento el concepto de pecado no es, como en el modo moderno de la palabra, solamente un asunto moral, sino que engloba la totalidad de la existencia de la persona y su total comprensión de sí misma y de toda la vida, permítanme decir de su filosofía, de sus ideologías y religión, así como de su vida personal. Porque la totalidad de su existencia está pervertida, bajo el control de poderes negativos, la persona está destinada a resistir el evangelio de Cristo”.[67]

3. Consecuencias del Enfoque Teológico de la Homosexualidad

a)      La homosexualidad es una perversión o tergiversación de la creación de Dios. El ser humano fue creado a imagen de Dios como hombre y mujer. El pecado originante de Adán y Eva, al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, consistió en buscar un conocimiento que no viene de la Palabra de Dios, sino del ser humano mismo y por sus propios medios. El ser humano no quiso confiar en Dios y en su Palabra sino que prefirió seguir su propio camino autónomo. Esta incredulidad y falta de confianza ha llevado al hombre a vivir una mentira. La ideología homosexual, que dice que la relación sexual entre los mismos sexos es igualmente buena en el sentido moral es una mentira. La homosexualidad no es moralmente neutral. La homosexualidad no puede ser simplemente puesta en el mismo nivel con el orden normal creado de los sexos, sino que es una orientación o distorsión actual o depravación de ella. “El concepto de pecado es religioso, no sólo moral”.[68] Esto significa que también tenemos que rendir cuentas verticalmente, con Dios. Por eso, realizar uniones civiles de homosexuales en ninguna manera lo hace menos pecaminoso. El pecado puede ser legal. No todo pecado es inmoral. “El pecado es una afrenta culpable y personal a un Dios personal”.[69]

b)      En vista de que el pecado de Adán y Eva fue originante de una humanidad caída y separada de Dios, todos nacemos pecadores. Aunque la reflexión humana sobre nuestra propia experiencia nos lleva a ver que algo no está bien en nosotros mismos, en la sociedad y en el mundo, un concepto de pecado que incluye la relación vertical y horizontal, solamente podemos conocerlo por fe en la salvación y revelación de Dios en Cristo Jesús.

c)      Que algunas personas nazcan con orientación sexual homosexual o identidad sexual homosexual (si así fuera determinado por los involucrados o por investigación) está en completo acuerdo con la posición teológica de la Biblia. Aunque como dice Thielicke, “aún la clase de pregunta a la cual hemos arribado, a saber, el problema que es presentado por ‘la naturaleza endógena’ de la homosexualidad, debe ser, por razones puramente históricas, extraña para el Nuevo Testamento”.[70] Todos nacemos pecadores: mentirosos, ladrones, asesinos, adúlteros, etc. Precisamente, por eso es que Cristo murió por todos, para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Hasta donde sabemos, todos los seres humanos actualizamos, cedemos, hacemos uso de, nos comportamos de acuerdo a esa naturaleza pecadora y cometemos pecados. Estos pecados que cometemos, muchos son los mismos de otras personas y otros son diferentes y particulares. La obra de salvación en Cristo incluye la destrucción o anulación (seguramente gradual) de la naturaleza pecadora y el perdón por los pecados cometidos. También incluye el don del Espíritu Santo que renueva nuestra vida interior, renueva nuestra mente para conocer y pensar la verdad, nos da poder para no ceder a tentaciones y nos capacita para conocer y vivir la voluntad de Dios.

d)     Teológica o moralmente no hay excusa para ver con malos ojos la orientación homosexual porque todos estamos condenados y compartimos las consecuencias del pecado originante de Adán y Eva y compartimos las consecuencias de vivir en este mundo caído y apartado de Dios.

e)      Nosotros creemos que Dios como creador, no está como observador viendo que su creación va hacia la perdición o auto-destrucción, sino que él la sostiene y la preserva con instituciones tales como la familia, el matrimonio, el trabajo y el descanso (cosas que son mencionadas explícitamente en Génesis 1 y 2). A esto podemos añadir el papel que cumple el estado, sus leyes y sus servidores para preservar el bien y la paz pública, así como el uso de los avances científicos para el beneficio de la humanidad. Es por eso que creemos que la iglesia cristiana debe preocuparse de que estas instituciones sirvan al fin de beneficiar a la humanidad y no que ellas sean secuestradas o monopolizadas por algunos y usadas en perjuicio de la humanidad misma.

f)       La ética de la libertad cristiana se fundamenta en la esperanza, tanto como en el amor. Hay éticas solamente del amor (y los que defienden la ideología homosexual hablan del mutuo amor que pueden llegar a tener como pareja). La pregunta sería, ¿cuál es la esperanza de las parejas homosexuales? La ética cristiana se nutre de la esperanza basada en la promesa de Cristo, que todavía no somos lo que hemos de ser, pero que cuando él venga por segunda vez, seremos semejantes a él. Una ética de la libertad cristiana y de la esperanza busca la gloria de Dios. La esperanza se fundamenta en la resurrección de Cristo.

g)      ¿Quién soy yo? Esta es una pregunta que cada persona no puede dejar de preguntarse. Lo interesante de esta pregunta es que pareciera que la respuesta es obvia o al menos, qué está al alcance de nuestras manos (dentro del rango de nuestro conocimiento y experiencia). Sin embargo, como dijo Heidegger, “ninguna otra época ha acumulado tan grande y tan variada cantidad de conocimiento sobre el ser humano que la época presente… Pero también, ninguna otra época está menos segura de su conocimiento de lo que el ser humano es que la época actual”.[71] La antigua admonición Gnothi seauton (conócete a ti mismo) que se encontraba en el templo de Apolo en la ciudad de Delfos en Grecia significaba el reconocimiento que la realidad divina en la cual se entraba no era parte de la realidad humana.[72] De igual manera “reconocer la revelación histórica significa reconocer que la verdad no está en nosotros, que la correcta relación con Dios no puede ser establecida desde nuestro lado, que la enemistad entre Dios y nosotros es de tal naturaleza que no podemos hacer nada al respecto”.[73]

h)      Esta visión teológica de la homosexualidad presentada aquí está en acuerdo con las afirmaciones bíblica directas sobre la homosexualidad en Levítico 18:22; 20:13; 1 Corintios 6:9-11; 1 Timoteo 1:8-11. Aunque estos pasajes necesitan ser estudiados en su contexto, creemos que apoyan, unos más otros menos, la visión teológica presentada aquí.

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©Sadrac Meza Pérez


[1] Metodológicamente, este párrafo no debe llevar a pensar que estoy haciendo teología “desde abajo”. Por otro lado, estoy rechazando con él, el prejuicio de que ser homosexual es, automáticamente, ser psicópata, sociópata, o tener algún defecto de carácter específico. Tampoco hay que olvidar, no obstante, que los elementos que conforman el carácter de una persona influyen uno sobre otro. No es difamando a la persona homosexual como vamos demostrar nuestra caso. Cf.  Helmut Thielicke, Theological Ethics: Sex, trans. John W. Doberstein, 3 vols., vol. 3 (Grand Rapids: Eerdemans, 1979), 271.

[2] Emil Brunner, The Scandal of Christianity (Philadelphia: The Westminster Press, 1951), 56.

[3] C.S. Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan, 1952), 18. Lewis se refiere al sentido natural de lo bueno y lo malo.

[4] Cantado por Facundo Cabral.

[5] Barth rechaza el dicho de Nietzsche que el ser humano es “algo que ha de ser superado”. Al contrario, para Barth, el ser humano es “la criatura que está destinada por Dios para superarse” Karl Barth, Introduccion a La Teologia Evangelica (Salamanca: Sigueme, 2006), 30.

[6] Stanley J. Grenz, The Moral Quest: Foundations of Christian Ethics (Downers Grove: InterVarsity Press, 1997), 24. Empezar reconociendo este hecho no debe llevar a concluir que aquí estoy proponiendo una ética basada en la razón humana. Al contrario, la razón, la condición humana, y la fe como fenómenos humanos deben ser incluidos en toda teología pero no son los factores determinantes (Cf. Barth, Introduccion a La Teologia Evangelica.)

[7] Lewis, Mere Christianity, 21.

[8] Teológicamente esto significa “la prioridad de Génesis 2 sobre Génesis 3.” Henri Blocher, Original Sin: Illuminating the Riddle, ed. D. A. Carson, New Studies in Biblical Theology (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1999), 88. Esto significa que el bien es más primordial que el mal.

[9] Cf. Paul Ricoeur, Oneself as Another, trans. Kathleen Blamey (Chicago: University of Chicago Press, 1992).

[10] David E. Klemm, Hermeneutical Inquiry, Vol. 1: Interpretation of Texts, Aar Studies in Religion 43 (Atlanta: Scholars Press, 1986), 1.

[11] Ni siquiera aplicada a Dios es correcta la frase “totalmente Otro”, porque el Dios del evangelio es “Dios con nosotros”. Véase la corrección hecha por el mismo Barth a su teología en Barth, Introduccion a La Teologia Evangelica, 28-29.

[12] La relación entre religión y revelación es analizada por Barth en Karl Barth, La Revelacion Como Abolicion De La Religion, trans. Carlos Castro (Madrid: Marova, 1973).

[13] Brunner, The Scandal of Christianity, 13.

[14] Cf. Ibid., 9-28.

[15] Pascal, Pensée, 194.

[16] Jacques Ellul, The Ethics of Freedom, trans. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids: Eerdmans, 1976), 18.

[17] Sin embargo, esta no es nuestra pregunta. Nuestra pregunta es por la recta comprensión de la Palabra de Dios y su dictamen de la condición humana la cual incluye la homosexualidad.  Pascal, Pensee, 233.

[18] Lesslie Newbigin, Foolishness to the Greeks: The Gospel and Western Culture (Grand Rapids: Eerdmans, 1986), 14.

[19] Lewis, Mere Christianity, 32.

[20] El sentido que le doy a la apuesta es esa que se hace luego de ver las cartas con que contamos. No creo que es una apuesta a ciegas.

[21] Alasdair MacIntyre, A Short History of Ethics: A History of Moral Philosophy from the Homeric Age to the Twentieth Century, Second ed. (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1998; reprint, 2002), 268.

[22] Newbigin, Foolishness to the Greeks, 65.

[23] Cf. el enjundioso análisis de Segundo sobre la adquisición de valores por las personas en Juan Luis Segundo, Faith and Ideologies, trans. John Drury, vol. I, Jesus of Nazareth Yesterday and Today (Maryknoll: Orbis Books, 1984).

[24] Canción de Sabina.

[25] Juan Luis Segundo, The Liberation of Theology, trans. John Drury (Maryknoll: Orbis Books, 1976), 103.

[26] Ibid., 104.

[27] MacIntyre, A Short History of Ethics, 268.

[28] Karl Barth, Bosquejo De Dogmatica, trans. M. Gutierrez-Marin (Buenos Aires: La Aurora, 1954), 36.

[29] Para este esquema, ver, entre otros, a John Stott, Human Rights and Human Wrongs: Major Issues for a New Century (Grand Rapids: Baker Books, 1999), 50.

[30] Thielicke, Theological Ethics, 269.

[31] Stott, Human Rights and Human Wrongs, 50.

[32] Ellul, The Ethics of Freedom, 11.

[33] Alfred Neufeld, Vivir Desde El Futuro De Dios: Introduccion a La Teologia Cristiana (Buenos Aires: Ediciones Kairos, 2006), 413.

[34] Ellul, The Ethics of Freedom, 14.

[35] Cf. para los últimos dos párrafos ver Barth, Introduccion a La Teologia Evangelica.

[36] Citado en Corneluis Plantinga Jr., El Pecado: Sinopsis Teologica Y Psicosocial, trans. Jose Maria Blanch (Grand Rapids: Libros Desafio, 2001), 141.

[37] Sobre el tema de qué hace que un objeto sea parte de la teología, véase Wolfhart Pannenberg, Systematic Theology, trans. Geoffrey W. Bromiley, 3 vols. (Grand Rapids: Eerdmans, 1994), 1-8.

[38] En otras palabras, se necesita una teoría ética que integre los derechos individuales, las demandas sociales y la realidad última trascendente.

[39] Dietrich Bonhoeffer, Etica, trans. Lluis Duch (Valladolid: Editorial Trotta, 2000), 41.

[40] Ibid.

[41] Ibid.

[42] Stott, Human Rights and Human Wrongs, 47.

[43] Reconozco que a todas o a la mayoría de estas cosas que he mencionado se les puede dar una interpretación secular, sin relacionarlas con religión o Dios. Mi punto sin embargo es que los cristianos mayormente hacen esta asociación y los cristianos que también apoyan la homosexualidad igualmente buscan la aprobación divina o religiosa.

[44] Brunner, The Scandal of Christianity, 14.

[45] Lewis, Mere Christianity, 71.

[46] Neufeld, Vivir Desde El Futuro De Dios: Introduccion a La Teologia Cristiana, 401.

[47] Ibid., 410.

[48] Carl E. Braaten, «Scripture, Church, and Dogma: An Essay on Theological Method,» Interpretation 50, no. 2 (1996): 151.

[49] Plantinga Jr., El Pecado, 31.

[50] John Stott, La Fe Cristiana Frente a Los Desafios Contemporaneos (Grand Rapids: Libros Desafio, 2005), 58-60.

[51] Brunner, The Scandal of Christianity, 9-10.

[52] Pascal, Pensée, 199.

[53] Blocher, Original Sin, 89.

[54] La frase no es de R. Niebuhr. Véase la referencia en Ibid., 84.

[55] Plantinga Jr., El Pecado, 26.

[56] Blocher, Original Sin, 92.

[57] Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan, 1960), 49.

[58] Agustín, Confesiones, 3.7.12.

[59] Plantinga Jr., El Pecado, 121.

[60] Blocher, Original Sin, 92.

[61] Seguimos la exposición de Jose Ignacio Gonzalez-Faus, Proyecto De Hermnano: Vision Del Hombre Creyente (Santander: Sal Terrae, 1987), 202-23.

[62] Ibid., 204-05.

[63] Ibid., 206.

[64] Thielicke, Theological Ethics, 279-80.

[65] Ibid., 280.

[66] Gonzalez-Faus, Proyecto De Hermano, 206-07.

[67] Brunner, The Scandal of Christianity, 11.

[68] Plantinga Jr., El Pecado, 39.

[69] Ibid., 40.

[70] Thielicke, Theological Ethics, 284.

[71] Martin Heidegger, Kant and the Problem of Metaphysics. Citado en Hans Schwarz, Our Cosmic Journey: Christian Anthropology in the Light of Current Trends in the Sciences, Philosophy and Theology (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1977), 9.

[72] Cf. Ibid., 18. y Brunner, The Scandal of Christianity, 51.

[73] Brunner, The Scandal of Christianity, 22.