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Satanás como maestro de interpretación bíblica

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Si los evangélicos estamos en lo correcto al creer que la Biblia es la Palabra de Dios, es de esperar que nuestro archienemigo, Satanás, sea un experto en alejarnos de las Escrituras. O en caso contrario, si ya hemos llegado a ellas, en tratar de cegar nuestro entendimiento (mayormente, cuando no se es cristiano). Aún más, si hemos llegado a las Escrituras y como creyentes estamos buscando la voluntad de Dios, Satanás se desvive por convencernos de malas interpretaciones. Estas son suposiciones mías, pero tal vez, nada descabelladas. A fin de cuentas, el apóstol Pablo afirma que los cristianos no desconocemos las artimañas del diablo (2 Cor 2:11).

La mala interpretación bíblica es un fenómeno humano y cristiano. Mayormente debe ser catalogado como algo no intencional. Se mal interpreta las Escrituras cuando tratamos de interpretarlas correctamente. Este no es el caso de Satanás. Satanás “lee” las Escrituras con el fin de aprender a tergiversarlas y así enseñar a las personas. Su interpretación incorrecta es intencional, mientras que la interpretación incorrecta del creyente es sin intención. Sea como sea, vivimos en un “conflicto de interpretaciones” (frase de Ricoeur).

Veamos un ejemplo de Génesis 2 y 3. Dios dijo lo siguiente: “De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás”. Ahora, comparémoslo con la cita que hace Satanás de las palabras de Dios: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de ningún árbol del huerto?”. ¿Qué ha pasado aquí? Un mandamiento específico de no comer de un árbol se ha generalizado a todos los árboles. En un sentido, la interpretación de Satanás parece más “espiritual” o al menos, más legalista. Si hay un árbol prohibido, por qué no prohibirlos todos y así nos aseguramos de cumplir el mandamiento y de paso, le añadimos algo de nuestro propio esfuerzo y buena voluntad para que Dios vea que de verdad queremos agradarle.

Esta técnica interpretativa “satánica” está bien atestiguada en los púlpitos cristianos. Sus expresiones menos sutiles son aquellas, por ejemplo, cuando se prohíbe el matrimonio porque la fornicación y el adulterio son pecados, o se prohíbe a las mujeres que usen maquillaje porque el adorno de ellas no debe ser externo.

En Génesis 3, no solamente tenemos las palabras de Dios y la manera en que Satanás las cita, sino también la manera en que la mujer las entiende: “Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos”. La mujer no extiende el alcance del mandamiento a todos los árboles como hace Satanás, sino que le añade la prohibición de no tocarlo siquiera. Puede que no haya demasiada teología en esto (pensando en el punto de vista del autor), pero es ilustrativo de una de las maneras cómo los seres humanos manejamos las prohibiciones: o relativizamos el mandamiento para no cumplirlo, o lo exageramos en sus demandas. Los fariseos que aparecen en los evangelios son ejemplo de un grupo de religiosos que agravan, aumentan la exigencia. Como dice el dicho, a veces las personas somos más papistas que el papa.

La historia que estamos considerando es trágica en el sentido de la acción y las consecuencias. Pero esta acción trágica, la desobediencia de la humanidad al mandato de Dios (y el mandato de Dios es siempre en singular: hay una sola obra que Él demanda, un solo mandamiento que los resume todos) es resultado de un proceso de interpretación y re-interpretación. Satanás da la estocada con las siguientes palabras: “No es cierto. No morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces serán como Dios”. Lo más importante en esta afirmación de Satanás no es lo mal que entiende las palabras de Dios, no es que él esté usando otra definición de la palabra morir, no es que sea verdad a medias; lo más importante es el hecho de que reflejan un desconocimiento de Dios y una falta de confianza en Dios. Se duda del carácter de Dios.

La interpretación bíblica es un asunto de confianza o fe en dos sentidos: fe en Dios quien habla a través de las Escrituras y fe en el mensaje percibido en ellas. La interpretación bíblica debe tener como fruto el conocimiento de Dios y la fe en Dios. En un sentido, hay que conocer a Dios para interpretar las Escrituras. En otro sentido, llegamos al conocimiento de Dios interpretando las Escrituras. Este círculo no es vicioso. Es el círculo de la finitud humana. Son las condiciones reales de nuestra existencia. Y estas son las condiciones en donde Dios se nos da a conocer.

@2015 Sadrac Meza